¿Cómo definir de manera simple el propósito de tu organización?
Volviendo a la historia, el concepto de propósito o de realización del bien común, aunque como vemos no es para nada nuevo, a finales del siglo pasado perdió vigencia (años 70 y 80 sobre todo) en favor del famoso y renombrado valor añadido para el accionista, que funcionó cual mantra en los años de exaltación del retorno de la inversión como indicador clave de gestión para las compañías y, en general, esa época donde la parte financiera era aparentemente el máximo objetivo empresarial. En los años 90 y de manera muy lenta y gradual empezó a emerger primero bajo el archiconocido concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y luego, ya en los albores de este siglo XXI, bajo el concepto de desarrollo sostenible, sostenibilidad, “triple bottom line” o valor compartido (“shared value”), como lo popularizó más recientemente Michael Porter.
Un marco fácil y simple
- Para qué existimos como organización (razón de existencia).
- Para qué fines del bien común contribuimos (sociales, económicos y/o ambientales).
- Para qué se levantan las personas de mi organización cada mañana de lunes a viernes.
- Su negocio, el qué hacemos, porque cuanto más cerca esté el negocio de generar un impacto positivo en el mundo, más allá del dinero, mucho mejor.
- Su contribución externa, porque su impacto en clientes, proveedores, instituciones y otros grupos de interés o stakeholders es básico para generar el bien común en la sociedad.
- Sus personas, porque nada de esto tendrá sentido si el propósito no es capaz de inspirar a las personas y hacer que todo el tiempo que pasan trabajando pase a tener un sentido de contribución personal a una causa más grande o poderosa que la propia función o puesto que ocupan, o sea, al bien común. En definitiva, la respuesta al “¿Para qué me levanto cada mañana entre lunes y viernes?” es un elemento vital de motivación de la persona que trabaja en una organización.